Un macabro hallazgo conmocionó a la ciudad alemana de Dortmund cuando en 2004 la Policía encontró el cuerpo sin vida de Mark Voegel, un hombre de 30 años devorado por sus propias mascotas tras ser mordido por una de sus arañas, una viuda negra llamada Bettina, lo que le provocó la muerte.

La picadura, aproximadamente 15 veces más potente que la de una serpiente de cascabel, resultó fatal y dejó al hombre a merced de su inusual colección: más de 200 insectos, lagartijas, serpientes y hasta ranas venenosas. El apartamento parecía una mezcla entre un jardín botánico y un mariposario de la película 'El silencio de los inocentes', según recoge The Mirror.
"Una película de terror"
La escena fue descrita por las autoridades como sacada de "una película de terror". Un portavoz de la Policía relató: "Tenía telarañas gigantes, arañas por todas partes. Le salían de la nariz y la boca. Los trozos de carne más grandes, arrancados por las lagartijas, fueron llevados a las telarañas de tarántulas y otras arañas que se alimentan de pájaros".
Además, el piso estaba infestado de insectos y muchas de las jaulas y terrarios estaban abiertos, lo que provocó un verdadero caos biológico dentro de la vivienda, según señaló el medio alemán UPI.

Los investigadores creen que Voegel, quien era conocido como un ermitaño, puesto que no invitaba a nadie su casa, llevaba muerto entre siete y 14 días antes que lo encontrara la Policía, que acudió después de que los vecinos reportaran un olor fétido proveniente de su vivienda.
Los restos fueron hallados en un sofá cubierto de telarañas, bajo una extraña luz verde que iluminaba el apartamento. La experta local Gabi Bayer criticó la permisividad hacia su peligrosa afición: "Algunas de sus arañas son tan agresivas que son el equivalente al pitbull en el mundo animal".