Los secretos de la historia de la humanidad cada vez que son descubiertos ponen en entredicho las creencias más arraigadas en la sociedad, incluso teorías y hechos considerados como definitivos en la evolución del ser humano. Incluso, cuando son revelados, aquello que se creía como cierto puede dar un giro total a la narrativa más arraigada en la cultura colectiva.
Durante el siglo pasado, los libros de texto señalaron al Valle del Nilo como la cuna de la preservación eterna. Incluso hasta la fecha, cuando se habla de momificación, el imaginario se traslada inmediatamente hacia el desierto de Egipto, donde están las pirámides más famosas y donde fueron encontradas las que eran consideradas como las momias más antiguas del planeta.
Sin embargo, la arqueología ha confirmado desde finales del siglo XX e inicios del XXI que aquella interesante antigua práctica funeraria tiene antecedentes más longevos, lo que significa un cambio de paradigma en la creencia de que las momias más antiguas del planeta no descansan bajo pirámides, sino bajo la arena salitrosa de los andes suramericanos, específicamente en lo que hoy es el norte de Chile y el sur de Perú.

En esa zona andina y también desértica habitaban los Chinchorro, comunidad antigua que contrario a la creencia popular sobre las momias, realizaron procesos de momificación 2.000 años antes de que lo hicieran los egipcios. De acuerdo con el Instituto Latinoamericano de Museos, los restos encontrados de la cultura Chinchorro fueron sepultados y momificados hacia el 5.000 antes de Cristo (a.C.), mientras que los faraones iniciaron sus prácticas cerca del 3.000 a.C.
Los Chinchorro no confiaron solo en la aridez del desierto sino que también desarrollaron métodos de momificación artificial de una complejidad asombrosa. En lugar de una simple deshidratación, estos antiguos habitantes de Atacama reconstruyeron el cuerpo humano y realizaron el proceso de la siguiente manera:
- Desmembraban y descarnaban los restos para luego reforzarlos con varillas de madera.
- Rellenaban las cavidades con cenizas, arcilla y fibras vegetales.
- Cubrían la estructura del cuerpo con una pasta de manganeso negro u ocre rojo para dejar una figura rígida con máscaras faciales de barro y pelucas de cabello humano real.
- Cuando la piel original resultaba insuficiente, empleaban piel de lobo marino para finalizar la obra.
- Finalmente enterraban los cuerpos intervenidos en el desierto, envueltos en esteras y pieles de camélidos, junto a varios objetos.

Un rito sin discriminación
La cultura Chinchorro, asentada en la costa de lo que hoy es Chile y el sur de Perú, momificó cuerpos datados entre el 7.020 a.C. y el 1.110 a.C. En sus momias se muestra una habilidad notable para preservar a sus muertos. De hecho el 27 de julio de 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró los "Asentamientos y la Momificación Artificial de la Cultura Chinchorro" como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
En su declaratoria, la Unesco reconoce la técnica de momificación artificial como la más antigua del mundo, e indica que fue desarrollada por esta cultura de pescadores-recolectores marinos hace más de 7.000 años, "un testimonio único de la trascendencia ante la muerte, incluso anterior a las momias egipcias".
A diferencia de Egipto, donde la momificación representaba un privilegio para la élite, los Chinchorro practicaron una especie de democratización de la muerte. En los cementerios de Arica, los arqueólogos hallaron desde ancianos hasta fetos con el mismo rigor técnico. No había exclusión sino paridad para honrar a los difuntos.

En el antiguo Egipto, la momificación solía estar reservada a la élite social, como la realeza, las familias nobles, los funcionarios gubernamentales y los ricos. La gente común rara vez era momificada debido a su alto costo. Los antiguos egipcios creían que la momificación garantizaba que el alma de la persona enterrada entrara en el más allá, explica el Museo de Egipto.
Los Chinchorro además de ser expertos en momificación también fueron una civilización adelantada a su tiempo en muchos aspectos. Eran sedentarios en su vida marítima, lograron construir viviendas permanentes y establecer cementerios, algo poco común entre las culturas de la época, que se caracterizaban por ser nómadas.
Su dieta se basaba principalmente en los productos del mar, complementada con la caza de auquénidos como las llamas, alpacas, vicuñas y guanacos; además de aves y la recolección de plantas como la quinoa. Herramientas de pesca como anzuelos de concha pulida y arpones especiales demuestran su capacidad de adaptación al medio ambiente, rasgos que son objeto de estudio para la arqueología moderna.
La relevancia histórica de estos asentamientos ha generado desde hace varios años que científicos y expertos alerten sobre los efectos del cambio climático en esa región andina que se acentúa por la presencia de empresas transnacionales energéticas y petroleras que contaminan, dañan suelos y generan severos daños al medio ambiente, lo que provoca un entorno "venenoso" para las momias Chinchorro, al punto de que podrían desaparecer, como revela un estudio publicado en 2022 por Evolutionary Anthropology.
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