
Tensiones, acuerdos y una zona de influencia: China y EE.UU. pujan por Latinoamérica

América Latina y el Caribe se está configurando como la región que aglutina los mayores intereses para las dos grandes potencias de EE.UU. y China.
La guerra comercial en la que están inmersas las dos economías gigantes -si bien ahora en suspenso- tiene como punto en común el afán por ganar influencia en la región latinoamericana y caribeña a diferentes niveles: comercial, de infraestructuras, tecnológico y otros.
Los países de la zona llevan todo un trimestre enfrentando tensiones, e incluso amenazas, particularmente de parte de su vecino del norte, empeñado en socavar la influencia china en esta parte del hemisferio, fundamental para las rutas comerciales entre Asia-Pacífico.
Foro China-Celac
En esta tesitura el martes arranca la cuarta reunión ministerial del Foro China-Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en Pekín. Una cita que pretende estrechar aún más los lazos económicos y de inversiones entre el gigante asiático y los 33 Estados que componen la Celac.
A la cita asistirán al menos 17 cancilleres y los presidentes de Colombia, Gustavo Petro; de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; y de Chile, Gabriel Boric, según confirmó el viernes la canciller colombiana, Laura Sarabia.
China es el segundo socio comercial de toda la región y el primero de países como Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Además, tiene firmados tratados de libre comercio bilateral con cinco naciones: Chile, Perú, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua.

El año pasado el volumen del comercio entre las dos partes alcanzó un récord histórico, con 518.467 millones de dólares, el doble que hace tan solo una década, cuando se celebró la primera de estas cumbres.
Pero la relación va más allá de los intercambios comerciales y China ya ha implementado más de 200 proyectos de infraestructuras, como el megaproyecto portuario del puerto de Chancay, en Perú.
A esto se suma que las relaciones con el país asiático están muy lejos de los parámetros impuestos por la Casa Blanca, sin intención de inmiscuirse en los asuntos internos de los Estados con los que negocia o llega a acuerdos. El foco puesto en el apoyo al desarrollo logístico, con infraestructuras y tecnología, de los países en los que invierte supone además un 'win-win' para ambas partes.
EE.UU. redobla sus presiones
La apuesta de un buen ramillete de economías latinoamericanas por profundizar sus relaciones con otras latitudes, acentuada por la guerra arancelaria iniciada por el presidente estadounidense Donald Trump, ha hecho que Washington haya redoblado sus esfuerzos y sus presiones.
México y Brasil son prueba de ello. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum ha actuado hasta ahora de un modo más cauteloso habida cuenta de la dependencia con el otro lado de la frontera. Por su parte Brasil, que ha recibido decenas de miles de millones de dólares desde China para inversiones en sectores como el transporte ferroviario o la energía, se ha mostrado abiertamente más crítico con las políticas de Trump y abierto a otras alianzas.

Mientras, desde la Casa Blanca se ha presionado con distintos objetivos. En Panamá, su pretensión de recuperar el control del canal interoceánico ha conseguido una primera victoria con la firma de un memorando, mientras continúa la presión a empresas chinas para que vendan puertos a compañías estadounidenses.
En Colombia, el anuncio de su presidente, Gustavo Petro, de su viaje a China esta semana en calidad de presidente de turno de la Celac cosechó la amenaza del asesor para América Latina de la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, de sustituir las importaciones de café y flores colombianas. Mientras, en Perú la mayor preocupación parece ser el mencionado puerto de Chancay, que impulsará el comercio con China en la región.
Con otros países, en principio más alineados ideológicamente, Washington intenta recuperar su influencia, tal es el caso de Argentina, Paraguay o Ecuador, con distintos resultados. Así, por ejemplo, Argentina se debate intentando un equilibrio para mostrarse como un fiel seguidor de la Administración Trump y la necesidad de apertura a otros mercados e inversionistas.
Acuerdo arancelario por 90 días
Mientras, a la guerra comercial que ha marcado el inicio del segundo mandato de Donald Trump le ha llegado la calma, al menos de manera transitoria. EE.UU. y China han acordado una tregua de 90 días en la que reducirán los aranceles recíprocos impuestos durante las últimas semanas.
Washington llevará a cabo una drástica rebaja de los impuestos a las importaciones chinas del 145 % al 30 %, mientras que Pekín hará lo propio con los productos estadounidenses del 125 % al 10 %.

El anuncio recabó reacciones positivas de los mercados de todo el mundo: los futuros del S&P 500 subieron un 2,8 % y los del Nasdaq 100 un 3,3 %. Al mismo tiempo, el índice Hang Seng, el más importante de la bolsa de Hong Kong, se elevó hasta el 3,6 %.
Así, parece que la economía global se da un respiro, si bien se mantienen los aranceles indiscriminados que graban con un 10 % a la casi totalidad de países latinoamericanos, indiferentemente de su mayor o menor afinidad ideológica.
En todo caso, las amenazas arancelarias han dado frutos, consiguieron que México militarizara su frontera norte con 10.000 efectivos y extraditara a 29 capos del narcotráfico; que Colombia, Costa Rica y Panamá acepten migrantes deportados; que este último país acepte que la empresa estadounidense BlackRock comprara puertos del país, entre otros logros.
Sin embargo las presiones no parece que vayan a acabar con unas relaciones con China que se atisban como un gran empuje para la modernización de la región.
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