65 años de la época atómica
Hace justo 65 años, el 16 de julio de 1945, en Estados Unidos se realizó la primera detonación atómica. La prueba primera llamada ‘Trinity’ (‘Trinidad’) del arma más desastrosa y aniquiladora de todos los tiempos fue efectuada en el desierto del estado Nueva México.
La desintegración adecuada del átomo dio a luz a la bomba atómica. Durante los ensayos los mismos padres de la fiera atómica se quedaron perplejos. “Supimos que el mundo dejará de ser el mismo. Algunos rieron, algunos lloraron, la mayoría de la gente se quedo muda”, recuerda el físico Robert Oppenheimer.
Pero las crías del proyecto de Manhattan que después fue usado implacablemente contra Hiroshima y Nagasaki, pronto perdieron el monopolio. Cuatro años después, la Unión Soviética respondió produciendo su propia bomba nuclear. En gran parte, este avance fue posible gracias a la contribución de científicos alemanes.
En 1945 Iósif Stalin decretó que debían ser enviados casi 300 científicos nucleares alemanes a la costa del Mar Negro para ayudar en la elaboración de la respuesta científica a la bomba norteamericana. Famosos por su alto conocimiento de fusión de átomos y vistos en la derrota del Tercer Reich, los físicos y químicos alemanes no tenían otro remedio más que prestar sus funciones para la URSS o para Estados Unidos.
Alexánder Chachakov, veterano del instituto de estudios en la capital abjasia, Sujum, dice que en esta localidad la presencia de los alemanes sigue viva. Aún cuando los alemanes ya habían abandonado este sitio, los científicos soviéticos solían lograr importantes resultados con el equipamiento preciso que habían dejado.
Al igual que sus colegas transatlánticos en esta localidad secreta rodeada por palmeras los científicos alemanes hicieron un aporte significativo en avances de energía atómica. La biblioteca donde solía trabajar el catedrático principal cuenta con casi cuatro mil libros repletos de excepcional documentación nuclear en alemán.
"Los alemanes analizaban aquí meticulosamente los informes periodísticos norteamericanos sobre las explosiones, y con esta información trataban de predecir los siguientes pasos”, cuenta el científico local, Yuri Matveev.
Este establecimiento estuvo protegido antes por un ejército de soldados que restringían el acceso, y ahora está casi en el olvido. Los teléfonos que usaban los ilustres cerebros que creaban la suprema bomba soviética ahora están desconectados.
Sin embrago el mundo espera que a más de 60 años de su aparición, al igual que estos oscuros pasillos que se quedaron sin iluminación, el arma más perniciosa termine por caer también finalmente en las sombras.