Los resultados de las elecciones en Virginia, Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania, tras las elecciones del martes en EE.UU., no pueden considerarse definitorios o condicionantes de lo que serán los comicios de medio término de 2026, cuando se disputará una buena parte de la bancada del Congreso.
Sin embargo, producen señales que apuntan en una misma dirección: el debilitamiento temprano de la figura del presidente Donald Trump. Esto seguramente abre un ambiente de preocupación profunda dentro del Partido Republicano y del propio mandatario, quien ya había manifestado inquietud de cara al próximo año.
Nueva York: el triunfo de lo simbólico
Que los demócratas ganen Nueva York no es sorprendente ni alarmante para los republicanos. Sin embargo, los resultados arrojaron datos que apuntan a ciertas tendencias en la política de EE.UU.
Lo primero destacable es la respuesta de la ciudad al escoger como alcalde a Zohran Mamdani, socialista, rapero, de origen indio y musulmán. Trump acusó al político de comunista y amenazó con cortar fondos públicos a la ciudad si resultaba electo.
Mamdani, de 34 años, fue ganando terreno a medida que se enfrentó abiertamente a Trump. Su victoria es la de los inmigrantes fustigados.
Resulta histórico que, por primera vez, un político que se autodefine socialista gobierne en la que alguna vez fue presentada como la gran capital del mundo capitalista. Esta elección no parece casual.
Mamdani, de 34 años, fue ganando terreno a medida que se enfrentó abiertamente a Trump. Su victoria es la de los inmigrantes fustigados.
Más que el triunfo demócrata, destaca la forma en que perdieron los republicanos. El candidato Curtis Sliwa, sin apoyo de Trump, terminó con apenas 7 % y fue derrotado incluso en territorios tradicionalmente republicanos, como Staten Island. En 2021, el partido que hoy abandera al inquilino de la Casa Blanca arrasó con 60 % de los votos en ese condado.
El varapalo sugiere que en estados y ciudades tradicionalmente demócratas, el voto de este partido no se dispersa, sino que se cohesiona aún más.
Otro punto sensible para Trump son los niveles de participación: se registró la votación más alta en 20 años en Nueva York, casi el doble que en 2021. Algunos medios señalan que el aumento se debió en gran parte al voto joven.
Otro punto sensible para Trump son los niveles de participación: se registró la votación más alta en 20 años en Nueva York, casi el doble que en 2021. Algunos medios señalan que el aumento se debió en gran parte al voto joven.
Este último dato es especialmente perjudicial para Trump, porque en las presidenciales de 2024 ganó con una votación muy similar a la de 2020. Según analistas, ese hito se logró gracias a la baja participación demócrata, que en esos comicios perdió casi 10 millones de votos.
Por ello, más que medir el desgaste del mandatario, las elecciones de este martes permiten evaluar si el Partido Demócrata está recuperando su caudal electoral, especialmente si el impulso principal es un voto castigo contra Trump.
Estados críticos
Algo similar ocurrió en Virginia, aunque con matices. Abigail Spanberger, mucho más moderada que el nuevo alcalde de Nueva York en sus referencias a Trump, logró alrededor del 55 % en un estado tradicionalmente dominado por los demócratas (allí ganó Kamala Harris en 2024), pero que contaba con un gobernador republicano desde 2021, cuando el partido rojo logró quebrar 12 años de hegemonía de los azules.
Esto confirma, junto con el resto de los territorios en disputa el martes, que Trump no es un "portaaviones" ni tiene el poder absoluto para decidir quién gana. También muestra que la iniciativa demócrata avanza, especialmente en sectores moderados, ya que aumentó siete puntos frente a las elecciones estatales anteriores.
La derrota más preocupante para Trump ocurrió en Pensilvania, estado bisagra decisivo en la contienda presidencial. Aunque no se disputaba la gobernación, sí se votó una iniciativa republicana para revertir el control demócrata del Tribunal Supremo estatal, que no tuvo éxito.
En su momento, el triunfo de Trump en Pensilvania en 2024 fue un golpe duro para los demócratas. Hoy, estos devuelven el impacto.
Trump había ganado Pensilvania en 2024 con la mayor votación histórica para un candidato en ese estado. Por ello, el revés constituye un golpe fuerte y quizá el signo más relevante de la jornada, ya no solo en términos simbólicos, sino estrictamente electorales. Puede indicar hacia dónde se orientan los estados bisagra de cara a 2026.
En su momento, el triunfo de Trump en Pensilvania en 2024 fue un golpe duro para los demócratas. Hoy, estos devuelven el impacto.
En Nueva Jersey ganó la demócrata Mikie Sherrill frente al aliado de Trump, Jack Ciattarelli. Es parte del mismo escenario: estados demócratas que se vuelven aún más demócratas.
Lo más relevante es que el presidente estadounidense, lejos de avanzar en estos territorios, los va perdiendo debido a la participación demócrata impulsada por el "espíritu anti-Trump", que puede consolidar fórmulas ganadoras en territorios en disputa.
La respuesta de Trump
Ante este escenario, la gran pregunta es: ¿cómo responderá Trump?
Si bien en negociaciones sabe retroceder, no suele reconocer derrotas ni cuestionar sus estrategias. Por tanto, no se espera que los resultados de este martes provoquen cambios de fondo en su agenda ni frenen su avance político.
Su primera reacción, al decir que su cara "no estaba en las papeletas" de este martes y culpar al cierre del Gobierno federal (que antes había asegurado que perjudicaría a los demócratas), deja claro que no sobrestimará su derrota.
Sin embargo, esto no impedirá que aumenten las preocupaciones sobre su campaña para las elecciones de medio término. Esto podría acelerar sus movimientos para aprovechar el tiempo antes de noviembre de 2026.
Los resultados también generarán interpretaciones variadas dentro de ambos partidos. En el republicano podrían impulsar movimientos "anti-Trump", mientras que en el demócrata pueden reforzar la idea de que la confrontación con el presidente genera beneficios y que el mandatario no es una catapulta automática, como sí lo fue, por ejemplo, en Argentina.
Este martes dejó claro que Nueva York no es Argentina. Ni tampoco lo fueron Pensilvania, Virginia o Nueva Jersey.


